Dea Gómez y Diego Omil trabajan en conjunto desde 2012 bajo el nombre de “Los Bravú”, término gallego utilizado para hacer referencia al olor de los animales. Han incursionado en distintos medios: el comic, el dibujo, la cerámica, la pintura, la escultura y la instalación. Su peculiar lenguaje pictórico; de corte figurativo, aromatizado con fantasías levemente surrealistas y un virtuosismo neomanierista; destaca por el uso metódico del collage y la fusión. Mezclan elementos del diseño contemporáneo, los fanzines, los mass media y una estética de corte academicista que recuerda a los maestros del Renacimiento italiano (Siglos XV y XVI), y del Realismo mágico (primera mitad del siglo XX). Mezclan distintas maneras de pintar en un mismo cuadro, logrando así que cada elemento en sus escenas posea una identidad intransferible. Mezclan cultura urbana y cultura vernácula. Mezclan fascinación e ironía.

Destaca la inteligencia y sofisticación de sus escenas, llenas de sutileza y ambigüedad. En su interés por la monumentalidad de lo trivial y los íconos de la cultura de masas, se advierte una mirada crítica e intuitiva, interesada en redefinir algunos de los términos de la identidad de la Europa contemporánea. En efecto, su estilo es expresión del grado de conciencia de una cultura tardía. Vivir y capturar de manera compulsiva todo lo que les interesa es crucial en su proceso de trabajo. Poseen un archivo enorme, casi enfermizo, a donde van a parar disímiles fragmentos de realidad; desde una textura, un ícono, un olor, hasta un instante de la vida urbana, o una fiesta popular. Toda esa información gravita y sedimenta en sus obras. Su principal foco es la volatilidad de las realidades sociales del mundo contemporáneo, el tráfico desbordante de información, y la iconografía filtrada a través de las autorrepresentaciones de las nuevas generaciones al mando del discurso sociocultural.