Ariel Cabrera se apropia de la pintura histórica y su larga tradición para recrear un tipo de imaginarios en los que el rigor del documento se somete ante la fluidez de la vida y sus trampas. Si nos fijamos detenidamente comprenderemos que tras su combinatoria de episodios relacionados con el período de entreguerras (1879-1895) y la Guerra de Independencia de Cuba (1895-1898); la estética de “La Belle Epoque”; los héroes y heroínas; los Mambises cubanos y los temibles Rough Riders, se esconde una inconformidad visceral hacia lo documental y lo histórico. Por eso el artista decide adentrarse en escenas escabrosas y aspectos poco tocados por la historiografía cubana. Dos detalles debemos tener en especial consideración: Ariel Cabrera sustenta sus imágenes en profundas investigaciones, a través de las cuales aborda y maneja documentos de archivo con valor patrimonial; su pintura está conectada con la fotografía, específicamente con la estética propia al inicio de la fotografía a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, cuando aún estaba muy conectada con la pintura. Al comienzo de su carrera como estudiante de arte, Cabrera Montejo tuvo la experiencia de estar en constante interacción con objetos de colección, obras de arte y documentos relacionados con la recopilación de recuerdos históricos de Cuba. Estos documentos le trascendieron como testimonio raro y veraz, y le nutrieron de valiosa información. Esta difería en muchos aspectos con el relato oficializado por el Estado sobre la lucha por la independencia emprendida por los patriotas cubanos en la segunda mitad del siglo XIX. Es así cuando surge en él la motivación de someter a la historia a una revisión en los predios del arte. Asumir técnicas académicas de pintura para abordar este presupuesto estético, contaminadas con recursos e imágenes totalmente contemporáneos, es una manera de desacralizar la narrativa y reivindicar a la pintura como un ejercicio de grabación histórica y de archivo.

Licenciado por el Instituto Superior de Arte en 2004, Ariel ha participado en numerosas exposiciones personales y colectivas, entre las que destacan: New Works, Galleria Mazzoli, Módena, Italia; Escenas Secundarias, GE Galería, Monterrey, México; Kindred Spirits, Ten Artist by the Hudson, Coral Gables Museum, Miami, EE.UU.; Cubans: Post-truth, Pleasure and Paint, Southeastern Center for Contemporary Art (SECCA), Winston, EE.UU.; All that you have is your Soul, Factionart projects, Coates and Scarry Gallery, Londres/ Los Ángeles / Nueva York; Good the Last Drop, Artium Gallery, Miami, EE.UU.; Emerging to Established, The Krause Gallery, Nueva York, EE.UU.; Resilencias. La otra Cuba, Art District, Minnesota, EE UU; y Cachita, The Infinite Lightness of Being, The Olga M. Saladrigas Gallery, Miami, EE UU. También ha colaborado con la New York Academy of Art, en Manhattan y con el Metropolitan Museum of Art (MET), en Nueva York, EEUU. Forma parte de relevantes colecciones como las del Pérez Art Museum (PAMM), Miami; la Beth Rudin DeWoody, Nueva York; la Collezione Maramotti, Reggio Emilia; The Southeastern Center for Contemporary Art (SECCA), Carolina del Norte; United Stated Embassy Madrid Art Collection, Madrid; Massimo Bottura Collection, Módena; y Jorge Pérez Collection, Miami.