Desde un punto de vista etimológico, los orígenes de la palabra «manigua» se remonta a la lengua de los taínos. En el universo taíno, se refería al espacio donde la naturaleza suele ser salvaje, abundante, exuberante y, a veces, impenetrable. El término también se atribuiría a un conjunto de creencias sobrenaturales. En su sentido cultural, la manigua es rito, sincretismo y mito; la manigua es rebelión y libertad. En este espacio, los primeros colonos desarrollaron su vida cotidiana, y más tarde los esclavos africanos rememorarían las creencias religiosas de su pueblo. En ambos casos, la naturaleza era asumida desde un punto de vista espiritual, y tanto cemíes como santos encontrarían en ella un hábitat perfecto. Durante las guerras, la manigua servía de refugio y sus conocimientos se utilizaban para curar a los heridos. Todo este saber ancestral ha sido preservado en la cultura popular por herbolarios y «yerberos», que defienden celosamente el potencial curativo y ritual de las plantas que antaño se extraían de la manigua cubana.