La fiesta vigilada, 2015- 2024
Vídeo 4K, B/N, sonido
55 minutos
Ed. 5 + 2 AP

La fiesta vigilada  toma su nombre  de la novela homónima del escritor cubano Antonio José Ponte. Siguiendo la estela de referentes  tan sólidos como PM, un documental filmado en 1961 por Sabá Cabrea Infante(hermano menor de Guillermo Cabrera Infante) y Orlando Jiménez Leal en el que se refleja La Habana nocturna de los primeros años de la revolución en apenas trece minutos, la fiesta de Feal tiene algo en común con la fiesta de PM: ambas dejaron de existir, el peligro y la provocación que la fiesta en sí misma representaba para las autoridades de la isla exigía su fin. No hay fiesta inocente, debieron pensar.

Por la fiesta nocturna de Leandro hay un desfile continuo, a ratos frenético, de artistas consagrados, de aspirantes a artista, de artistas sin obra, de músicos, de hombres sensibles adictos al sexo, de célibes, de jóvenes desesperados que no lo parecen, de celebrities locales, de críticos de arte, de emprendedores, de héroes y villanos. Sobre este ejército plural que en sí mismo es un milagro, hay cuatro voces con más presencia que el resto de los mortales de su gran noche: Tania Bruguera, Hamlet Lavastida, Luis Manuel Otero Alcántara y Carlos Manuel Álvarez.

En sus  últimos minutos la fiesta deja de serlo, la fiesta acaba y aparece una ciudad vacía y desierta que anuncia el fin y la voz en off de Carlos Manuel revela que fue secuestrado e interrogado al salir de la fiesta de un sábado cualquiera y llevado, contra su voluntad, a su ciudad de provincias.

Al igual que la noche de PM, la noche de  La fiesta vigilada ya apenas existe, casi fue una ilusión óptica, un espejismo, un lugar que recordamos, pero al que no podemos regresar. La fiesta sucumbió al pesimismo y a la fragmentación, la fiesta fue dinamitada  porque la mezcla improvisada de sus protagonistas  era el germen de una sociedad que asustaba a las autoridades y la inmensa mayoría de sus protagonistas decidieron tomar un exilio voluntario o sufrieron un exilio forzoso. El portal que representaba la fiesta se apagó, queda reinventarla sin vigilancia.

Osbel Suárez