Estado de silencio” parte de un llamamiento, suerte de invocación o nostalgia, a lo intraducible, hermético, ritual, lo que se halla al margen. Cansado del desmontaje y escrutinio del arte a manos de la crítica, el público, el galerista, Lester Álvarez restaura, en un gesto de naturaleza simbólica, un área imprescindible de silencio. Diría Susan Sontag que “la palabra pone punto final al pensamiento”, de ahí, que Lester prefiera callar, abrirse a los misterios más íntimos de la obra y la praxis misma, dejarles ser. Por eso el conjunto de libros que compone su colección “La maleza”, está cerrado desde su origen, así nace, marcado por la imposibilidad de ser leído (en todos los casos se trata de títulos inéditos, volúmenes que han sido preteridos a pesar de la relevancia de sus autores). Y también por eso la vitrina llena de cristales que cae al suelo de la galería, carece de audio en el video que la registra. Se trata de un ejercicio de rescate de aquello que permanece a la sombra: hacer silencio para poder escuchar.